jueves, 12 de junio de 2014

The Dinner Party (Fragmento)










Lo que la artista  Judy Chicago no sospechaba cuando instaló su famosa obra The Dinner Party es que cada noche cobraría vida.

Cuando todos los visitantes se marchan, cuando las luces se apagan, se reúnen allí las mujeres, reales o ficticias, a las que se ha invocado con sus nombres inscritos.  Y, entre plato y plato, charlan, discuten, ríen y lloran.

A veces están todas, otras solo una docena. Tan solo una noche se dio el peculiar caso de que solo dos comparecieran. Así sucedió:

Al cerrarse el museo, Isis entró en la sala y se sentó, altiva y felina en su lugar designado. Tardó un rato en darse cuenta de que no se encontraba sola, tan perdida andaba en sus pensamientos acerca de las crecidas del Nilo, de las manifestaciones en la plaza Tahrir y, cómo no, pensando, como hacía siempre, en su pobre Osiris, rescatado del Nilo y atrapado para siempre entre los muertos.

Siguió así, dándole vueltas a mil asuntos terrenales y divinos, hasta que un carraspeo le hizo alzar la vista. La que estaba ante ella era una mujer joven, casi una niña, su pelo era muy pálido y sus ojos de un extraño color que no acababa de ser azul.  La chica vestía además unas ropas muy raras, de piel, muy bastas que olían a suciedad, a animal.

                Así que aquí es la fiesta esa a la que no me han invitado dijo.

                ¿Se puede saber quién eres, tú? preguntó la diosa.

                Daenerys de la Tormenta de la casa Ta…

                —Jamás he oído nombrarte.

—Ya veo, ya —soltó la mocosa—. Esa tal Judy Chicago tampoco.

—Eso parece —cortó Isis, algo molesta. Normalmente, las mujeres de la Dinner Party eran más respetuosas con divinidades como ella.

—Pues he venido para quedarme —insistió—. Me pertenece el trono de hie… digo, un espacio en esta mesa.

—Eso no es algo que puedas decidir tú, pequeña salvaje.









 Relato: Gloria T. Dauden
Imágenes: Dinner Party de Judy Chicago.


Sobre la Dinner Party:  Una instalación de la artista Judy Chicago. Una mesa de comedor con nombres de mujeres reales y ficticias que simbólicamente comen juntas.

Es una obra que estudié para arte contemporáneo y a la que tengo cariño, pese a las pegas que se le pueden poner ;)
Para saber más: Aquí. 


La ironía, por cierto, es que Isis tampoco tiene lugar asignado en la mesa, pero me pareció adecuado darle una silla. La que sí lo tiene es la faraona Hatshepsut.










          Daenerys: Personaje de George R. R.Martin



Nota final: Este es un relato que escribí hace años cuando estudiaba las últimas tendencias del arte dentro de mi formación en Historia del arte. Espero que os entretenga y si, además, logro que os intereséis en el arte o en la mitología, pues mejor.  Sobre la Dinner Party y el arte feminista hablaré de nuevo en otra sección de mi blog.
Saludos y hasta el próximo relato. ;)


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La Galería de Espejos 


jueves, 9 de enero de 2014

Navidades de una duendecilla// Relato a un amigo invisible


 Microrrelato escrito para una amiga invisible (actividad de la Escuela de Fantasía)


La duendecilla dejó sus botas rosas en el jardín delante de la ventana abierta. No quería embarrarles el suelo. Una cosa era colarse de noche a por turrones y otra muy distinta ensuciar o romper enseres. Podía ser un bichejo del bosque, pero tenía modales. Así, en calcetines de flores,  trepó por el seto y entró de puntillas a través de la ventana.
Se detuvo un momento y aspiró el aire que olía a canela y almendras. Se relamió. Luego, entre saltos se llenó los bolsillos con polvorones y caramelos. Brincó aquí y allá entre las decoraciones recogiendo lo que le llamaba la atención. Entonces sonó el rugido del viento y un golpe seco. Corrió hacia la ventana. Estaba cerrada. Trató de empujarla pero no logró moverla. Se mordió las uñas. ¿Cómo saldría? El bloqueo le duró un momento. ¡La gatera! Aquella familia tenía un gato viejo y naranja. Corrió decididamente hacia la puerta trasera, pero al acercarse se quedó helada. Un hombre gordo de barba blanca y vestido de rojo guardaba la puerta. Corrió a esconderse detrás de una columna.
Lo estuvo observando un buen rato, hasta que entre risas quedas, se dio cuenta de que era una escultura. Una escultura que daba mucho miedo, pero sólo eso.
¡Muchas gracias! dijo al barbudo mientras salía.  ¡Y feliz Navidad!