Ilustración de Samuel Hernández
Texto de Gloria T. Dauden
17 de
sablit 2085
A bordo estamos todos eufóricos. La inmersión ha sido
perfecta, la nave ha aguantado la presión y mis animales han aceptado con
naturalidad la ruta. Para celebrarlo he descorchado unas botellas de vino y las
he compartido con la tripulación. Al ver sus sonrisas he pensado de inmediato
en Erik. Lástima que él haya tenido que perderse la misión, con todo lo que se
ha implicado en el proyecto, no solo en la programación del sistema de
comunicación con los simolestes, sino en charlas aburridas con políticos e
inversores. Quizás por eso lleva varias semanas tan raro, apenas sin ganas de
tocarme, pero habrá otros viajes experimentales tras este y a esos podremos ir
juntos. Estoy segura de que cuando vea el éxito de la misión su apetito por mí regresará.
El doctor Futt me recuerda a Erik. También él lleva unos días
taciturno, y la situación solo ha ido a peor.
Estuve buscándolo por toda la nave para que se uniera a la celebración y lo encontré en la
sala de control mirando los paneles con el ceño fruncido. Cuando le pregunté
qué le pasaba no me contestó más que con monosílabos. Supongo que está viejo
para estos trotes. No importa, en unas horas regresaremos a la superficie y podré contactar con Erik.
Una vez arriba navegaremos arrastrados por los simolestes, pero al aire libre,
como un barco corriente y antes del anochecer estaré en casa con Erik. Entonces
me aferraré a él y la alegría será
completa.
21 de
sablit 2085
Llevamos cuatro días bajo el mar.
Mis ayudantes empiezan a alarmarse. He intentado convencerles
de que todo va bien, que alargar la misión será bueno para el proyecto, pero no
todos se lo han creído. El más afectado
es el doctor Futt al que he tenido que
sedar y esconder en uno de los camarotes hasta que se calme.
El pobre, en sus ratos de consciencia, no para de murmurar
que nos hemos precipitado, que los simolestes aún no estaban listos para este
viaje y que los pequeños fallos de comunicación que tenemos con ellos no harán
sino aumentar.
Por supuesto, creo que el doctor Futt exagera. Confío en mis simolestes, yo misma
los he entrenado, casi desde que salieron del cascarón. ¿Y qué decir del
sistema de comunicación? No podría estar más segura de su buen funcionamiento.
Erik jamás ha cometido un error.
Mañana, como muy tarde, saldremos a la superficie y el doctor
Futt verá que no había motivos para su
angustia. Mientras será mejor que descanse.
22 de
sablit 2085
He tenido
un ataque de nervios mientras escuchaba las razones del doctor Futt. Por suerte
fui sola y nadie pudo verme temblar como
una chiquilla. Antes de salir tomé aire largo rato con los ojos cerrados y
luego me aseguré, mirándome al espejo, de
que mi rostro mostrara la misma fría resolución de siempre, pero temo
que pronto la tripulación vea el temor que late en mí. El sistema de
comunicación está fallando. Ya no puedo negarlo. ¿Cómo pudo Erik cometer
semejante descuido? La cabeza me arde y
sé que esta noche tampoco dormiré. La nave ya no desciende con tanta velocidad,
pero mientras no podamos comunicarnos con los simolestes estaremos a su merced,
a la suya y a la de las corrientes.
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24 de sablit 2085
No hay forma de negarlo. La nave se hunde cada vez más y los simolestes no responden a nuestras órdenes. He tenido que reunir a mis compañeros y darles una pizca de la verdad. Les he dicho que algo falla y que necesitamos encontrar una solución antes de que la presión sea demasiada para la estructura de la nave.
El doctor Futt parecía querer decirme algo, pero al final ha callado y se ha bebido dos botellas de vino. Hoy no he tenido que sedarle.